Creciendo con TDAH y TND

Creciendo Juntos
Bienvenidos a CreciendoConTDAH y TND, un espacio donde comparto mi experiencia y las herramientas que uso para vivir con TDAH y TND

Sobre “Creciendo con TDAH y TND”
Este blog nace desde el corazón de una familia de lo más normal, que convive cada día con el TDAH y el Trastorno Negativista Desafiante (TND). Aquí no encontrarás historias idealizadas ni soluciones mágicas: comparto nuestro día a día tal y como es, con sus cosas buenas y malas, sin adornos.
Creciendo con TDAH y TND es un espacio en el que, como mamá con TDAH y madre de un niño con TDAH y TND, cuento cómo es realmente convivir con ambos diagnósticos. Hablamos de lo cotidiano: las rutinas, los retos del colegio, las rabietas, los avances y también esos días en los que todo parece cuesta arriba. Quiero que quien lea este blog encuentre un lugar donde se vea reflejado, acompañado y comprendido, porque sé lo difícil que es encontrar recursos y experiencias sobre el TND.
Aquí comparto nuestra experiencia, los aprendizajes y también las dudas y frustraciones. Porque crecer con TDAH y TND no es fácil, pero tampoco imposible. Ojalá este blog te aporte información útil, compañía en los días difíciles y, sobre todo, la tranquilidad de saber que no estás solo/a en este camino.
El inicio de nuestro camino

El Diagnóstico de Mi Hijo

Estrategias y Herramientas

Las emociones

El Impacto en Nuestra Familia

Un espacio donde, de vez en cuando, comparto cómo vamos viviendo el día a día con el TDAH y el TND. Retos, aprendizajes y pequeñas victorias… porque esto no va de llegar, sino de seguir caminando.»
Seguimos caminando…
MAMÁ CON TDAH

Hasta ahora te he contado cómo vivimos el TDAH desde la mirada de mi hijo, pero esta historia no estaría completa sin hablar de lo que descubrí en el camino: a mí misma. A continuación, quiero compartir cómo fue recibir mi diagnóstico como adulta y lo que significa ser mamá con TDAH.
Descubriéndome en su reflejo

El reflejo inesperado
Nunca imaginé que, al intentar entender lo que le pasaba a mi hijo, terminaría descubriéndome a mí misma. Durante todo el proceso de su diagnóstico, mientras leía, preguntaba, observaba… empecé a verme reflejada en muchas de esas descripciones. La hiperactividad interna, los olvidos, la dificultad para organizarme, los cambios de humor, la sensación constante de estar desbordada… tantas cosas que siempre había creído que eran “parte de mi forma de ser” empezaron a tener un nombre: TDAH.
La niña que fui
Desde pequeña fui etiquetada como “nerviosa”, “rebelde”, “impulsiva”. Siempre moviéndome, hablando, interrumpiendo. Siempre yendo deprisa, sin mirar, dándome golpes, chocándome, perdiendo cosas, olvidando todo. Y no lo hacía a propósito. Pero en casa y en el colegio, eso no se entendía.
Era una niña desorganizada. Mi mochila era un caos, mis deberes iban y venían a medias, y mi cabeza también. Me costaba concentrarme, seguir instrucciones, terminar tareas. Recuerdo discusiones constantes con mis padres por los estudios. Ellos no entendían por qué me iba mal en el colegio si “no era tonta”. Y yo tampoco sabía explicarlo. Solo sabía que me costaba más que a los demás.
En el instituto fue peor. Me sentía cada vez más fuera de lugar. No terminé los estudios en su momento. Y aunque parecía que lo había decidido yo, en realidad fue una mezcla de agotamiento, frustración y no saber cómo salir adelante sin sentirme siempre “la que no encaja”.
Cuando nació el espejo
Y entonces nació mi hijo. Y con él, el espejo.
Cuando voy a las reuniones del cole y me dicen que se distrae, que le cuesta seguir el ritmo, que no se está quieto, que habla sin parar… es como si hablaran de mí con otro nombre. Me veo reflejada en él constantemente: en sus gestos, en sus dificultades, en sus emociones a flor de piel. Y se me parte el alma, porque ahora lo entiendo todo. Porque ahora lo veo claro.
Cuidándolo a él, empecé a cuidar también a esa niña que yo fui.

Descubrirse adulta con TDAH
Recibir el diagnóstico como adulta fue una mezcla de alivio y duelo. Alivio, porque por fin muchas piezas encajaban. No era pereza, ni desorganización, ni despiste por elección. Era algo real. Pero también duelo, por todo lo vivido sin saberlo, por lo que podría haber sido diferente si lo hubiera sabido antes.
El TDAH en mujeres pasa desapercibido. No encajamos en el estereotipo. Y mientras tanto, vamos viviendo con la sensación de que estamos fallando constantemente. Que nunca llegamos a todo. Que hay algo mal en nosotras.
Pero no lo está. Yo no estoy mal. Solo soy diferente. Y eso también está bien.
Ser mamá con TDAH
Ser mamá ya es un reto inmenso. Pero ser mamá con TDAH, con un hijo que también lo tiene y otro con altas capacidades, es como vivir en una montaña rusa emocional constante. Cada uno de mis hijos tiene sus propias necesidades, su propio ritmo, sus propias demandas… y muchas veces siento que tengo que apagar mi propio TDAH para poder sostener todo lo que se mueve a mi alrededor.
Me esfuerzo por mantener la calma cuando gritan, cuando discuten, cuando desafían. Pero no siempre lo consigo. Me sobrepasa el ruido, las rutinas, las mil cosas pendientes. Me cuesta mantener el orden, recordar lo importante, y a veces exploto. Y luego me invade la culpa.
Hay temporadas en las que el comportamiento de mis hijos es más difícil… y yo también tengo temporadas. Momentos en los que siento que todo se tambalea. Cuando no puedo más, estallo. Grito. Lloro. Y luego… vuelvo a empezar.
Pedir ayuda también es amor
Una de las decisiones más importantes que he tomado ha sido pedir ayuda. Hablar con nuestra psicóloga, contarle cómo me siento, trabajar con ella para reconducir mis emociones. Porque yo también necesito aprender a regularme, a no volcar mi enfado en mis hijos, a mostrarles que un mal momento no define el día. Que se puede reparar, respirar y seguir adelante.
La luz entre el caos
A veces sigo luchando con la culpa, con el caos mental, con la hiperactividad interna. Pero ahora sé que no es por debilidad. Sé que hay una razón. Sé que entenderme no es excusarme, es cuidarme. Que merezco la misma empatía que intento ofrecer a los demás.
Porque sí, hay luz. En medio del desorden, hay luz. Cuando dejas de pelear contigo misma y empiezas a escucharte. Cuando entiendes que no tienes que ser perfecta para ser una buena madre. Solo tienes que estar. Seguir. Respirar. Reparar.

Ser Mamá con TDAH
Llevar el día a día ya es todo un reto para cualquier madre… pero hacerlo con TDAH, con un hijo que también lo tiene y otro con altas capacidades, a veces se siente como intentar sostener un castillo de cartas en medio del viento.
Los deberes, la casa, la compra, los horarios de las tardes, las extraescolares, los enfados, los gritos… todo se acumula, y a veces parece que no hay ni un minuto para respirar. Vivo con mil alarmas en el móvil, y con un calendario gigante en la cocina donde apunto todo: desde las tutorías, hasta si tengo que comprar papel higiénico. Cada pequeño paso del día requiere planificación, estructura y mucha, muchísima energía mental.
Pero si algo me mantiene firme en medio de mi pequeño caos… es mi marido. Mi mayor ayuda, mi pilar. Durante años luchamos, porque él no entendía por qué yo era tan despistada, tan dejada, por qué no estudiaba, por qué parecía que todo se me escapaba. Pero cuando llegó mi diagnóstico, todo cambió. De repente, todo cobró sentido. Y él, lejos de alejarse, se volcó completamente.
Me ayudó a entenderme sin juicio. Me dio el espacio que necesito para pensar, para respirar. Empezó a acompañarme sin intentar “arreglarme”, solo estando. Y aunque durante un tiempo tuve mucho miedo de que se marchara —porque este trastorno ha afectado a muchas de mis relaciones, no solo sentimentales—, ocurrió todo lo contrario. Hoy estamos más unidos que nunca. Formamos un equipo. Uno imperfecto, como todos, pero lleno de amor, respeto y humor. Y eso, en días difíciles, lo es todo.
Ser mamá con TDAH es agotador. A veces frustrante. Pero también me ha enseñado a mirar mi vida desde otro lugar. Y aunque no siempre lo diga, me siento profundamente agradecida por tener a alguien que no solo camina a mi lado, sino que lo hace al mismo ritmo que yo.
A veces el día a día es durísimo. Hay momentos en los que siento que no puedo más: las rutinas, los conflictos, los olvidos, el desorden, las emociones desbordadas… Y sin embargo, en medio de todo ese caos, hay algo que me llena el corazón: ver que mi hijo, poquito a poco, va saliendo adelante. Ver que esas pequeñas cosas que repetimos una y otra vez, un día dan fruto.
Mi mayor deseo no es que saque buenas notas o encaje en lo que se espera. Lo que más deseo es que sea una buena persona. Que, aunque tenga dificultades para relacionarse, aprenda a quererse. Que, aunque necesite apoyarse en alarmas, en notas o en recordatorios, logre ser independiente a su manera.
Porque no quiero cambiar quién es. Solo quiero darle las herramientas para que el mundo no le pese tanto. Y cada vez que lo veo avanzar, aunque sea un paso pequeño, siento que todo, absolutamente todo, vale la pena.

Creciendo entre cuentos
En esta zona de cuentos quiero compartir contigo historias y relatos que han ido surgiendo de nuestras aventuras con el TDAH, tanto las mías como las de mi peque. Son momentos reales y llenos de emoción, que nos ayudan a crecer y a ver la vida desde otro punto de vista. Espero que te inspiren tanto como a mí. CRECIENDOENTRECUENTOS