Vivir con TDAH implica desafíos, pero con estrategias adecuadas, el día a día puede volverse más llevadero. Aquí encontrarás herramientas que han funcionado en nuestra experiencia y que pueden ayudarte a mejorar la organización, la concentración y la gestión emocional en casa y en la escuela.
Claves para un Día a Día más Fácil con TDAH

Organización y Rutinas en Casa
Las rutinas son clave. Tener una estructura predecible ayuda a los niños con TDAH a sentirse más seguros y a reducir la frustración.
En casa, tenemos los horarios muy marcados. Las comidas, duchas y la hora de dormir son siempre a la misma hora, sin importar si es un día de colegio o fin de semana. Esta constancia nos ha ayudado a mantener cierto equilibrio y a reducir el caos. Sin embargo, hay un desafío añadido: mi hijo también tiene Trastorno Negativista Desafiante (TND), lo que hace que establecer y mantener estas rutinas sea aún más complicado.
El TND implica que seguir normas y rutinas suele generar más resistencia de lo normal. Esto significa que tareas simples como sentarse a cenar o prepararse para la ducha pueden convertirse en pequeñas batallas diarias. Pero poco a poco, la rutina va calando.
Para hacer que las rutinas sean más manejables y reducir la oposición, hemos implementado algunas estrategias:
Horarios fijos y previsibles. Aunque a veces haya rechazo, el hecho de que todo pase a la misma hora cada día hace que con el tiempo se convierta en una costumbre más fácil de aceptar.
Dar opciones dentro de la rutina. En lugar de decir “Es hora de la ducha”, preguntamos: “¿Quieres ducharte ahora o en 10 minutos?” Esto le da un sentido de control, reduciendo la oposición.
Estrategias visuales y recordatorios. Una pizarra o un calendario con pictogramas ayuda a que tenga claro qué toca en cada momento.
Usar recompensas y motivación. No como un premio material, sino reforzando con frases como “¡Genial, te duchaste sin problema! Ahora puedes elegir la historia para dormir.”
Evitar luchas innecesarias. Si algo puede esperar unos minutos sin afectar el resto de la rutina, damos un margen en vez de forzar un cumplimiento inmediato.
En nuestro caso, estas estrategias han sido clave para hacer que las rutinas sean menos conflictivas. No es un proceso rápido ni fácil, pero con paciencia y constancia, los hábitos se van asentando.
Cuando hablo de rutinas y organización en casa, puede parecer que tengo todo bajo control, que he encontrado la clave para que cada día sea más fácil. Pero la realidad no es tan sencilla. Esto no es un camino lineal, es una batalla constante.
Sí, es cierto que ha habido muchos cambios para bien, que poco a poco las rutinas van calando y que hay estrategias que ayudan. Pero el día a día… el día a día es duro. Perder la paciencia, enfadarse, frustrarse, sentir que no puedes más, eso es parte de este camino.
Más de una vez me he sentado frente a la psicóloga de mi hijo llorando, diciéndole que estoy perdida, que no sé qué más hacer. Y sé que no será la última vez. Porque este proceso no se trata solo de encontrar herramientas y aplicarlas, se trata de convivir con un diagnóstico que afecta cada momento del día. No va a ser ni una, ni dos, ni tres veces las que pienses “hasta aquí he llegado, ya no puedo más.”
Pero siempre se sigue. No sé de dónde salen las fuerzas, pero las encuentras. Porque aunque haya días en los que todo parece derrumbarse, aunque haya momentos en los que te encierres en el baño, cuentes hasta 100 y te preguntes si vas a poder con esto, sigues adelante.
Porque somos humanos. Porque no siempre tenemos la paciencia infinita que nos gustaría. Porque también necesitamos nuestro momento para respirar, para recomponernos y volver al camino. Y porque, a pesar de todo, seguimos aprendiendo, seguimos creciendo y seguimos aquí, luchando por ellos y por nosotros.
Rutinas en el colegio: La Realidad Detrás del Aula
Hablar de las rutinas en el colegio es abrir una puerta a otra realidad. Porque no depende solo de lo que tú hagas en casa, ni del esfuerzo de tu hijo. Depende muchísimo de los profesores que te encuentras por el camino. Y, lamentablemente, esa suerte puede cambiar cada año.
En el cole puedes encontrar profesores que realmente entienden lo que significa el TDAH. Profes que se implican, que se forman, que no solo ayudan a tu hijo, sino que también te ayudan a ti, te escuchan y hacen equipo contigo. Cuando das con un docente así, es una auténtica bendición. El curso puede ir genial: tu hijo está más motivado, avanza, se siente entendido y hasta disfruta aprendiendo.
Pero no siempre es así. Hay años en los que la historia cambia por completo. Hay profesores que no quieren implicarse o simplemente no le dan la importancia que deberían al TDAH. A veces, ni siquiera se molestan en preguntar, en escuchar, o en intentar entender. Y ahí es cuando los niños salen perdiendo.
Te encuentras con niños desmotivados, que pasan de estar felices a ir al cole, a estar reacios, tristes y con cero ganas de aprender. Porque no solo no les ayudan, sino que los encasillan en el papel de “niño vago”, “niño que no presta atención”, “el que nunca hace los deberes”. Los llenan de negativos por no llevar la tarea, sin mirar más allá, sin entender que detrás hay un esfuerzo gigante (incluso más grande que el de muchos otros niños) solo por el hecho de sentarse cada día en su pupitre.
Esto duele mucho, porque como madre, lo ves. Ves cómo cambia su actitud según el profesor que le toque. Y a veces, por mucho que luches, que expliques, que lleves informes o pautas, la respuesta sigue siendo la misma: “es que no se esfuerza”, “es que siempre se distrae”.
Y esto no solo afecta al niño, nos afecta a toda la familia. Porque un año bueno puede devolverte la esperanza, y un año malo puede hundirte. Y lo peor es que, en todo esto, los niños son quienes más pierden: pierden motivación, autoestima y, a veces, incluso las ganas de aprender.
Por eso es tan importante que el colegio y la familia trabajen juntos, y que los docentes realmente se informen y se impliquen. Porque para un niño con TDAH, la diferencia entre un profesor que entiende y uno que no, es literalmente la diferencia entre avanzar y quedarse atrás.
La Rutina de los Deberes en Casa: Realidad y Retos
A mi hijo le cuesta mucho el colegio. Va arrastrando el curso, y en este caso, 4º de primaria está siendo especialmente difícil. Para nosotros, lo más importante cada tarde es mantener la rutina de revisar la agenda y los cuadernos o la carpeta con las fichas, para ver qué deberes tiene que hacer. Y aunque intentamos tener esa rutina, muchos días me encuentro con notas de deberes sin hacer, tareas que no ha traído días anteriores o exámenes de los que ni siquiera sabía que tenía… Es un caos.
A día de hoy, mi hijo no es nada responsable de sus deberes, ni ve aún las consecuencias que eso le puede traer, lo cual es normal para su edad y por cómo es él. Yo, desde casa, lo que puedo hacer es insistirle en la importancia de apuntar las cosas, hablarle de la responsabilidad de los deberes (que son su obligación) y, sobre todo, acompañarle en el proceso: ayudarle con los deberes y a estudiar, porque la mayoría de los días seguimos teniendo rabietas porque no quiere hacer los deberes o ponerse a estudiar. Hay días en los que parece imposible, y otros en los que, con mucha paciencia, conseguimos avanzar un poco más.
El problema de este año es que el profesor ha decidido que los niños sean responsables de sus deberes, así que no revisa si realmente han anotado la tarea en la agenda. Esto, para la mayoría de los niños, puede que funcione, pero para los que tienen TDAH o dificultades de atención, como mi hijo, es una trampa. Yo no tengo manera de saber si de verdad tiene deberes o no, porque él tiende a decirme que no hay, y si cuela, pues mejor para él, jeje. Sé que a veces lo hace de picardía y otras veces, simplemente, se le olvida apuntar o no se entera.
A la larga, esto es un problema, porque no se les está enseñando a los niños que tienen más dificultades a tener esa responsabilidad poco a poco, sino que se les suelta de golpe y cada uno como pueda. Creo de verdad que los profesores deberían revisar al menos que llevan la tarea apuntada, sobre todo en estos casos, porque no es que no quieran, es que les cuesta mucho más crear ese hábito.
Otra cosa que estamos intentando instaurar es que, antes de salir de clase, le pregunte a algún compañero qué hay de deberes para casa, para asegurarnos de que no se le ha pasado nada. Pero, claro, aún está aprendiendo a hacerlo; muchas veces se le olvida, otras veces le da vergüenza, y otras directamente no se acuerda de preguntar. Es un trabajo de hormiga, repetir y repetir la rutina hasta que, con suerte, algún día salga solo.
No es fácil y hay días en los que te frustras mucho porque parece que por más que insistes nada cambia, pero sigo creyendo que con paciencia y constancia, poco a poco, lo irá interiorizando. Mientras tanto, seguimos revisando la agenda, buscando fichas perdidas y repitiendo la misma pregunta cada tarde: “¿Seguro que no tienes deberes hoy?

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