
Había una vez una pequeña zorrita llamada Lía, que siempre despertaba con las orejas en punta y el corazón lleno de ideas. Esa mañana, Lía se levantó y sintió que su cabeza estaba como un torbellino: quería pintar un arcoíris, inventar un juego nuevo, saltar charcos y contarle a todos sus amigos sus ideas.
Mientras desayunaba, su amigo Boro, el osito bonachón, la miraba con una sonrisa.
—Lía, ¿segura que puedes hacerlo todo a la vez? —preguntó con curiosidad.
—¡Claro que sí! —respondió ella, decidida—. Hoy voy a ser la zorrita más productiva del bosque.
Pero, a medida que avanzaba el día, las cosas no salieron como esperaba. Primero, se olvidó su cuaderno de dibujo en casa y no pudo terminar su arcoíris. Después, al correr para jugar, tropezó y derramó un bote de pintura que llenó todo de colores… incluso a Boro.
—¡Ay! —suspiró Lía, con la cola caída—. ¡Hoy nada me sale bien!Boro, lleno de manchas de colores, le acarició la cabeza con ternura.—A veces, un torbellino también puede pintar cosas bonitas, ¿sabes? —dijo riendo.


En ese momento apareció Milo, el erizo paciente, que siempre tenía una palabra sabia.
—Lía, ¿qué tal si respiramos juntos y pensamos en una cosa a la vez? —le propuso con una voz suave.
Lía respiró hondo, una, dos, tres veces. Se sintió un poquito más tranquila.
—¿Sabes, Milo? —dijo al final—. Creo que hoy he aprendido que no pasa nada si las cosas no salen perfectas. A veces, los errores también son parte de la aventura.
Milo asintió con su sonrisa tranquila.
—¡Exactamente! —respondió—. Y un torbellino de ideas puede ser el comienzo de algo maravilloso si lo dejamos salir poquito a poco.
Lía levantó las orejas y sonrió. A veces, el día del torbellino es el mejor día para aprender a respirar, a pedir ayuda y a reírse de los colores inesperados.

✨No todo tiene que salir perfecto. A veces un torbellino puede traer colores nuevos a tu día✨